En la era del trabajo remoto, los límites entre lo profesional y lo personal se han vuelto difusos, y la hiperconexión constante hace que encontrar un verdadero momento de descanso sea cada vez más difícil. En este contexto, emerge una tendencia que crece especialmente en Estados Unidos pero que también empieza a replicarse en otras partes del mundo: el quiet vacationing.
Según un informe de Forbes, el 28% de los trabajadores estadounidenses admitió haberse tomado días libres sin solicitarlo formalmente. Es decir, se ausentaron, disfrutaron de tiempo personal, pero sin pedir autorización ni dejar registro. Esta práctica, en aumento, plantea preguntas clave sobre cómo estamos entendiendo el trabajo hoy.
En este artículo te contamos qué es el quiet vacationing, cómo se lleva a cabo y qué dilemas revela sobre la cultura laboral actual.
El término quiet vacationing (vacacionar en silencio) hace referencia a una forma de descanso no oficial. A diferencia de las vacaciones tradicionales, en las que se solicita aprobación para ausentarse, aquí no hay notificación ni consentimiento. La persona simplemente reduce su actividad laboral, sin anunciarlo.
Quienes lo practican suelen mantener la apariencia de estar presentes: se conectan brevemente a reuniones, responden mensajes clave o programan tareas automáticas para que parezca que están activos. No se trata de tomarse dos semanas en el Caribe, sino de tomarse un viernes largo sin decir nada, o escaparse unos días simulando seguir trabajando.
Este fenómeno está directamente relacionado con la falta de confianza en ciertos entornos laborales y con una cultura que, pese a promover el “equilibrio entre vida y trabajo”, continúa premiando el presentismo y la productividad constante, incluso en formatos remotos.
La clave del quiet vacationing está en no ser detectado. Para lograrlo, quienes lo practican adoptan diferentes estrategias:
Estas prácticas reflejan una lógica de vigilancia y simulación. El quiet vacationing no existiría si los entornos laborales permitieran descansar sin culpa ni miedo a represalias.
Lejos de ser un simple acto de evasión, el quiet vacationing suele ser una respuesta al agotamiento, la falta de confianza y las culturas laborales que no promueven el descanso real.
Muchos empleados temen que pedir vacaciones sea mal visto o incluso les genere consecuencias negativas. Algunos han experimentado aumentos de carga laboral al regresar o directamente no lograron que se aprueben sus días.
En el trabajo remoto, además, persiste la idea de que estar en casa equivale a estar siempre disponible. El resultado: una sobrecarga emocional y física que lleva a estrategias clandestinas para recuperar algo de bienestar.
Y en muchos sectores aún se asocia el descanso con desinterés, pereza o falta de ambición. En ese clima, el quiet vacationing funciona como una forma de resistencia silenciosa.
Aunque puede verse como una estrategia de supervivencia laboral, el quiet vacationing también puede traer consecuencias negativas:
También se abren debates éticos. Aunque suele responder a necesidades reales, la delgada línea entre autodefensa y negligencia puede generar tensiones dentro de los equipos.
La solución no está en aumentar la vigilancia, sino en construir culturas laborales más humanas. En vez de reforzar el control, las empresas deberían preguntarse por qué sus empleados sienten que deben ocultar su necesidad de descanso.
Algunas estrategias para abordar este fenómeno:
En definitiva, el quiet vacationing no es una moda pasajera, sino una señal de alarma. Es una forma silenciosa en la que los trabajadores están diciendo: “Necesito un respiro, pero no me siento autorizado a pedirlo”. Escuchar ese mensaje puede ser el primer paso hacia un mundo laboral más sano, humano y sostenible.